domingo, 6 de diciembre de 2009

Si yo fuera ellos...




Si yo fuera ellos me gustaría volver a estar juntos aunque ya sólo quedase de lo que fuimos nuestros huesos. Ojalá pudiera encontrar unos huesos que descansan en alguna cuneta y llevarlos junto a quien vivió desde los veinticuatro años como una viuda prematura por culpa de una guerra fratricida, pero eso no es política, no es una Ley ni de la Memoria Histórica ni de la revancha, es la idea romántica de alguien que quiere cumplir los deseos de dos jóvenes a los que la vida no les dejo vivir. Pero en el debate político no se habla de estas cosas. ¿Cómo yo nacida al amparo de la Constitución voy a tener hoy revanchas contra nadie? Si algo me produce admiración es precisamente que millones de personas anónimas, a las que el destino colocó en uno u otro bando, fueron capaces de perdonar y vivir. Los perdedores al final fueron todos aquellos para los que la vida se partió en dos y ante la que sólo quedaba seguir hacia delante. Un profesor de la Universidad a la que fui decía, no sé si con razón, que una guerra sólo se supera cuándo todos los que la vivieron se han muerto. Pues bien, entonces a nosotros ya nos debe de quedar poco. Qué se abran fosas, de muertos, me da igual si eran rojos o azules, porque todos eran personas, creo que es algo que debería de estar amparado y que debería de ser respetado, y luego que cada uno, en la intimidad de su situación particular tome la decisión que considere más oportuna. Y la política debería de dejar paso cuando lo que hablan son sentimientos íntimos de familias que quizá quieran, o no, recuperar a sus antepasados.

Pero hoy la política es el gran reality show de los periódicos y las noticias. A veces a todos esos que visten trajes caros hechos a medida, y que nos representan a todos, me gustaría decirles que salieran de sus burbujas y se tomasen algo de tiempo en observan y escuchar a los transeúntes que van y vienen por las calles que recorren en sus coches oficiales. Me cuesta creer que todos hayan perdido la perspectiva de la sociedad en la que viven. Pero en ocasiones, y pese a que sigo teniendo gran esperanza en el ser humano, me hacen dudar. Yo soy, nosotros somos quienes les votamos, y por tanto ellos tan “sólo” son nuestros representantes, deberían de ser nuestra voz, pero eso es casi imposible cuando son incapaces de saber lo quieren decir quienes te han elegido. Me gustaría que la cordura se impusiese, que el unir esfuerzos fuera un mandato imperativo, que las divergencias aportasen ideas distintas que fuesen capaces de converger en decisiones más ponderadas y quizá mejores. Pero no. Lo que uno dice no vale sólo porque está sentado en frente de mí, y lo que yo digo tampoco le sirve a él. Da igual que se trate de educación o economía, no importa lo esencial, que la gente sea capaz de vivir con mejores herramientas para adaptarse a las nuevas pautas socioeconómicas, no importa cuanta gente no pueda llegar a fin de mes. Y sí ya sé que dicen que les importa, pero no lo demuestran a menudo. El interés general se diluye en intereses electorales y partidistas, lo que parece importar es seguir siendo su señoría. Y cuando la política pierde su esencia primigenia del todos, para convertirse en sólo el nuestro, perdemos los invisibles. Deberíamos tener algo que decir, deberíamos ser escuchados, pero ¿cómo? Ya dice el cuento que no hay mejor ciego que el que no quiere ver, y aquí parece que no le interesa ver a nadie. Se dirigen a su público, a los militantes, palabra que por cierto me gusta poco, porque creo que implícitamente obliga a perder el sentido crítico individual, y es allí donde hablan para su público en busca del aplauso acalorado. Quizá sería mejor que hablasen para los que no les van a aplaudir, y así quizá y sólo quizá, se esforzasen por explicar mejor y con más seriedad cual es su proyecto colectivo. 

Luego están, que afortunadamente no son todos, los señorías que hablan con su verborrea de discurso aprendido, utilizando palabras que les hacen pensar que están por encima de la media, comportamiento que para mí deja entrever en muchos casos su poco respeto por quienes les escuchan o leen, y más cuando en ocasiones te das cuenta de que no dicen nada, de que sólo utilizan el lenguaje como el attrezzo de su propia ignorancia. En completo desuso está la honestidad de saber reconocer lo que no se sabe y el rectificar. Algo que sin duda a mí me parecería un comportamiento más sabio y que hablaría mejor de muchos de ellos. A veces hasta pienso que muchos son piojos resucitados, que eran Dines sin Don y que ahora se creen que sus trajes sirven para disfrazar su poca elegancia, sus pocos valores y su poco esfuerzo a la hora de hacer realmente política. Pero yo que no dejo de creer, sigo confiando, aunque a mundo estoy cansada de escuchar y leer a quienes ni escuchan ni han leído.

Eva

jueves, 26 de noviembre de 2009

Egos en bussines class ...





Voy subida en la montaña rusa de la incertidumbre. Intentando conjugar el ahora y el mañana. Y dicho sea de paso no me está resultando nada fácil. ¡Ojalá tuviera una pócima mágica! Llevo una semana esperando que suene mi teléfono, y con ello aclarar un poco más mis perspectivas de futuro. Lo abro y lo cierro de manera casi neurótica, por si se ha apagado o sí misteriosamente se le ha ido el sonido. Pero no, simplemente es que nadie llama.

Mientras tanto ocupo mi tiempo en otras cosas. Cosas que sólo quitan el vacío de forma demasiado esporádica y cuando se acaban vuelvo a verme en un looping con la cabeza hacia abajo. 
Me lamento, de mi perra vida de parada. Sin embargo viendo pequeñas historias, como las de los cientos de niños que viven en el metro de Moscú, sin más esperanza que una botella de vodka y una dosis de pegamento, me siento egoísta. Puede que no tenga un trabajo, pero mi vida tiene mucho más de lo que esos pequeños críos van a tener aunque vivieran un centenar de años. Hablan con una dureza de la vida que me ahoga. Creo que sólo pueden hablar así los que ya no tienen nada que perder o ganar. Ellos son legiones de vagabundos en una Moscú que cada día se viste más de oro y firmas de lujo. Malditas paradojas.
En nuestras sociedades del yo, dónde el ego viaja en bussines class, estamos tan acostumbrados a las tragedias que nos enseñan a diario, que creo que ya las vemos como parte de una normalidad. Y no, no lo son. No pueden serlo. Algo no funciona bien cuando hay tantos y tantos que saben que no hay futuro para ellos.
Cuando viajo a países de esos que el francés Sauvy bautizó como el tercer mundo, se me cae la cara de vergüenza. Ver cómo lo que yo tiro y no apreció es algo que puede resultar básico para ellos me acongoja. Así, mientras nosotros creamos necesidades para vivir, ellos intentan superarlas para seguir viviendo. Quizá en muchos de los institutos las excursiones de fin de curso en lugar de organizarse para ver museos y obras de arte, que a muchos les darán igual, quizá debieran hacerse a sitios donde pudieran sentir nuestros chicos de móviles y videojuegos lo afortunados que son. Y no hace falta irte a uno de esos países del África subsahariana, con ir al Marruecos rural, sería suficiente. 
A pesar de que uno no elige como nace, al menos los que hemos nacido en el lado acertado, deberíamos de salir de nuestra burbuja y que la realidad nos diese una bofetada de vez en cuando para enseñarnos realmente en qué consiste vivir y la vida, más allá de tragedias cómo ¿qué me pongo? Mientras estás delante de un armario abarrotado de ropa.
Es cierto que ahora estoy como un niño pequeño mareado que quiere bajarse ya de esa montaña rusa en la que mi billete no se acaba. Pero sé que soy afortunada, y hago un esfuerzo constante para recordarme que existen muchos mundos y muchas vidas más allá de lo que alcanzo a ver desde mi silla, e intento ya de paso que mi ego haga cada vez más viajes en turista y no en primera clase.
Eva

martes, 24 de noviembre de 2009

Winners or losers y el mundo al revés...





En un mundo plagado de winners de tres al cuarto, los losers son los grandes ejércitos de las sociedades actuales, a tenor de lo que uno lee en periódicos y blogs de esos de tirada nacional. Esta filosofía de quiens ganan y quienes pierden queda bien reflejada en películas como Little Miss Sunshine, aunque por suerte aquí ganan los losers y sus pequeñas-grandes historias.

Estoy de acuerdo con el alemán Linchtenberg cuando dijo que a la gloria de los más famosos se adscribe siempre algo de la miopia de los admiradores. Leo a menudo noticias que me parecen un escándalo, y que sin embargo las escriben y publican cómo si fueran de lo más normal del mundo, y es ahí cuando creo que el mundo está al revés, o al menos así nos lo enseñan. Y lo que me preocupa es que quienes así lo presentan, son en principio, los grandes creadores de opinión pública en la sociedad. Lo que quiere decir, que trasladan a la mayoría de la gente unas ideas que al menos para mí deforman la realidad más cercana, y puede que con ello, y sólo tal vez, ayuden a distorsionar la idea que se tiene sobre los que de verdad son winners o losers.

Primero me referiré a los que nos enseñan como winners. Leo que un actor, renuncia a cinco millones de dólares por aparecer en un evento, gran palabra esta para designar todo tipo de actos variopintos al alcance de los winners, para pasar más tiempo con su familia. Resultado me quedo boquiabierta. Primero porque me cuesta encontrar la parte ética del asunto, segundo porque el tal fulano con semejante decisión es presentado por el periódico como un buen padre. Pocos días después, ya que las dos noticias las leí en el intervalo de una semana, veo a uno de nuestros grandes gurús de los fogones, diciendo que el menú del día va a desaparecer y que lo que antes era comida basura es ahora la que se sirve en bistros, que no tabernas o restaurantes, aquí encontramos otras vez la rimbonbancia de los winners, por veinte o treinta euros. Y me vuelvo a quedar pasmada. Así que ya no sólo el menú del día es para los losers, también aquellos restaurantes en los que se come por menos de treinta euros lo son. En fin leer para creer.

Y aquí llegan las legiones de loosers, los que llevan la L de pánfilos pegada a la espalda en estas sociedades dónde priman los inn, cool o cómo quieran llamarse o llamarlos. Por loosers, parece que se refieren a la gente que trabaja por mil quinientos euros al mes, que comen macarrones con tomate, salen a tomar una caña y una tapa y viajan en clase turista. Ahí es dónde yo pienso que esa es a la gente que conozco, los que creo que son más, lo que en definitiva podría considerase gente "normal".

Cuando esos periódicos publican sin ningún pudor este tipo asuntos, convertidos en noticias, por lo que hacen y dicen los winners, creo que se está perdiendo el norte. El tal fulano de los cinco millones de dólares, el buen padre, quizá lo fuese mejor, si en lugar de no cobrar ese dinero, ya que el circo está así montado, hubiese ido al evento y hubiese hecho caja. Los padres losers lo hacen a diario, ganan dinero para darle mejores oportunidades a sus hijos. Pero además el actor, podría utilizar ese dinero para ayudar a quienes lo necesitan y así además mataría dos pájaros de un tiro. De un lado conseguiría ser un filántropo, algo muy apreciado en el mundo de los winners de primera página y además, enseñaría a sus hijos nacidos en cunas de oro, que utilizar tu posición para ayudar a quienes tienen escasas oportunidades te hace mejor persona y en mi escala moral lo haría también ahora sí, más winner. En cuanto al gurú de los fogones, creo que no le vendría mal bajarse aunque fuera un rato al mundo de los loosers, donde veinte o treinta euros suponen un dineral. No me entra en la cabeza cómo se atreve a decir estas cosas en un país en el que las filas de parados constituyen ejércitos de personas a día de hoy.

Supongo que la realidad siempre es distinta dependiendo del ojo con el que se mire, pero si no estamos demasiado ciegos todos, se debería hacer algo para que estos winners de foto en el periódico dejasen de ser convertidos en ejemplo de casi nada. No me extraña que luego los niños quieran ser famosos de mayores, pero no esa fama vinculada a la excelencia, sino a la de ir de evento en evento, y comer faisán sobre cama de peras reducidas al Jérez de frambuesa de plato del día.

A mí que me gustan las pequeñas historias de gente real, sin la estúpidez de estos winners de los diarios, así que me quedo con loosers, que para mi no son perdedores, son gente anónima o conocida pero que vive su vida con honestidad y decencia. Y por último decirles a los winners, que espero que al final no les pase cómo a uno que yo conocí, que al final era tan pobre que sólo tenía dinero.

Eva

lunes, 16 de noviembre de 2009

Joaquín dice...



Joaquín dice: lo atroz es no saber quien eres. Joaquín es un poeta que canta, un andaluz con bombín que vive en Madrid, es una voz que pone banda sonora a mi vida junto con muchos otros. Canciones que recuerdan amores y desamores, vasos de wisky vacíos, y cigarros por apagar.

Las canciones ayudan a saber quien eres, pero sobre todo a saber quién fuiste y quién seras. El ser no es un estado inmóvil, probablemente la esencia más profunda de cada uno permanece, el resto muta. Cambian tus compañeros de ilusiones, cambian las camas en las que duermes y los paisajes que ves desde tu ventana y con ellos cambias tú.

Mi vida va en trenes y aviones que todavía no tienen un lugar al que llegar. El fracaso tiene cómo parte positiva que abre nuevas puertas y oportunidades. Cómo muchos de mi generación, que tantos se han empeñado en definir, busco ese equilibrio entre lo que para otros fue lo mejor y lo que será para nosotros. Y en esa búsqueda, cómo bien dice Joaquín, cada uno intentamos saber quienes fuimos, quienes somos y en quienes nos convertiremos.

Eva

martes, 10 de noviembre de 2009

Contrarios...



Volver a empezar, encender otro cigarro, poner una nueva cafetera, abrir el periódico otra vez. Los días tienen esos rituales intímos para millones de personas que no se reconocen entre sí. Estados de un mundo que cambia tan rápido que cuesta pararse a pensar. Sociedades fabricadas durante siglos que mutan en cada instante. Unos golpes en el teclado y estás hablando con personas a miles de kilómetros, un sonido en el teléfono da paso a una voz de otro continente. Girar, girar y girar.


Mientras tanto en más lugares de los que nuestras cabezas puedan abarcar, la realidad es un tiempo estancado. Un agua mansa que espera una corriente de viento, un desierto de arena en el que no hay más nubes que las del polvo.


Los contrarios que conviven sin rozarse. Lugares habitados por gentes dispares, unas creando necesidades para poder vivir, otras intentando que las necesidades desaparezcan para seguir viviendo. Los opuestos que no conviven, la información que crea realidades a medida, demasiadas fotos fijas para crear el movimiento. El mundo cada más conectado y más divergente. Nueva York y Mali, kilómetros de separación, las mismas lágrimas, parecidos pesares.


En la geografía humana, no esa de pirámides de población, sino la de rostros sin nombre, los instintos, las creencias, las alegrías que duran un instante y las pérdidas que duran una vida entera, arraigan a los hombres a la misma tierra que es el origen de todos.


Eva


lunes, 9 de noviembre de 2009

Empezando....


Cierto es que en muchas ocasiones no hay nada mejor que el silencio, incluso para hablar con los más próximos. Ese momento en el que todo y nada se puede decir. Y sin embargo voy a hablar.

Hablaré sin pretensiones de todo aquello que me interesa y también de lo que no. Escribiré sobre los que tengo cerca y sobre los que no sé dónde están. De las pequeñas y las grandes cosas. De todas las fotos fijas que son capaces de crear el movimiento.

Escribo sin ánimo de ser leida. Tan sólo por la satisfacción de pulsar las teclas de mi ordenador y que mi cabeza descargue las mil ideas que la ocupan. Escribo porque para ello no necesito la voz. Escribo porque así nadie me tiene que contestar. Escribo porque quizá tengo algo que decir. Escribo porque quiero que por esta ventana entre luz.

Esto no será un blog de erudito, ni de temática clara, o al menos ahora no la tengo. Si no que hará las funciones de ese cajón en el que cualquier cosa pueda entrar y ser guardada.

Eva