¿Es un tonto el que hace un ciento o es el ciento el que hace al tonto? El politólogo Giovanni Sartori señaló en una entrevista, refiriéndose al primer ministro italiano, lo siguiente: “El sultán Berlusconi no caerá, es el dueño de todo el país”. En tres pinceladas se podría decir que, Il Cavaliere, es un tipo inteligente, graduado cum laude en Derecho, un empresario de dilatada trayectoria y el italiano más adinerado según la revista Forbes. Por todos es conocido también su controvertida carrera política, con salidas de tono de todo tipo, sus escándalos sexuales, causas judiciales y conexiones con la mafia.
Muchas veces me he preguntado cómo alguien como él está en el poder, que hay detrás de esa compleja sociedad italiana para que sea elegido. El profesor italiano, Norberto Bobbio, respondió sobre estas cuestiones en una entrevista lo siguiente:
P-¿Y por qué los italianos lo votan?
R- Porque Berlusconi representa al electorado italiano. Es un hombre bastante corrupto, es un hombre de éxito, un hombre al que le gustan las mujeres, un hombre que bromea. Es un perfecto compañero de restaurantes, de vacaciones. No es un político profesional. A los italianos no les gustan los políticos profesionales. Les gustan los que nunca trabajaron, ni quieren trabajar.
P- ¿Es algo intrínseco a la cultura italiana?
R-Exactamente, es un problema de cultura política. O si usted prefiere, de “incultura política”
P- Pero le aceptan todo. La P3, la mafia, las casas en Cerdeña, los amoríos con muchachitas…
R- Le aceptan todo porque no hay una alternativa verdadera. Si Berlusconi no está en la cumbre del gobierno, ¿quién va a ser primer ministro?
Así pues, Berlusconi es ese espejo en el que se mira buena parte de la sociedad que le elige, la cual, en cierta manera, quiere ser como él y anhela ese tren de vida en el que todo es posible. Sus declaraciones fuera de lugar recorren los telediarios de medio mundo, pero ante él hay multitudes aplaudiendo. Berlusconi podría ser un ejemplo de “al pueblo pan y circo”.
Lo inquietante, a mi juicio, es que ese modelo puede ser exportable a otros países. Vivimos en una sociedad de Homo Videns, los medios son quienes eligen qué es noticia, a quién ponen en la portada y nos presentan constantemente modelos de conducta, de comportamiento. Así se han realizado estudios, que deberían ponernos al borde del infarto, en los que se señalan el alto porcentaje de jóvenes de este país que quieren ser famosos, pero no en el sentido de buscar reconocimiento por la excelencia en el desarrollo de una trayectoria profesional, sino que sus referentes son los famosos de la tele, de los realitys, es decir, aquellos que las cadenas han convertido en estrellas de quita y pon.
Pero además, por la combinación de unos planes de educación en constante cambio, así como, por el papel de padres y docentes, se puede constatar que hay chicos de este país que con 16 años no saben cuál es la capital de Alemania, la diferencia entre un partido político o un sindicato o quien fue Pasteur. Sus ojos se abren como platos, se quedan mudos de ignorancia. Esos mismos chicos serán votantes, decidirán quienes serán sus representantes, quienes les van a gobernar. Este año, viajando por Asia, leí en un colegio la siguiente frase: “La estupidez nos hará caer en la miseria”. Probablemente aquí nos suena antigua y la asociamos a un pasado de sociedades analfabetas que creemos superadas, donde las autoridades del pueblo eran el alcalde, el maestro, el cura y el médico. Pero nos equivocamos si dejamos de hacer hincapié en la importancia de la educación, si descuidamos el reto de formar a unos jóvenes que son el futuro. Mientras seguimos preocupados por nuestros pequeños nacionalismos, por si se enseña esto o lo otro, y en qué lengua, según quien gobierne y así sucesivamente, consentimos que la ciudadanía sea menos crítica, más ignorante y le entregue al poder un cheque en blanco.
Fue Napoleón quien ante la instauración de la libertad de placer en la Francia de finales del s. XVIII, señaló: “Los ciudadanos que centran su atención en el champán y en las salsas no conspiran”. Probablemente en muchas sociedades, y también en la española, estamos caminando hacia un tipo de sociedad del entretenimiento en detrimento de unas sociedades formadas e informadas, capaces de exigir responsabilidades a sus gobernantes. Es cuanto menos paradójico, que por ejemplo en este país, haya ministros sin estudios universitarios, mientras que en el INEM se amontonan los currículums de gente formada, muy formada. Nos equivocamos si el mensaje que mandamos es que vale con tener un carné de partido y somos también cómplices, cuando no condenamos las corruptelas, los enchufismos, el trato de favor y ese conjunto de prácticas tan instauradas que responden a la máxima de “quien no tiene un padrino no se bautiza”. Pero a menudo, cuando nos ponemos a reflexionar, llega un partido de fútbol, otra academia que fabrica bailarines o cantantes y lo dejamos correr. Espero que la desidia y esa idea de que son otros quienes tienen cogida la sartén por el mango se puedan cambiar para que nadie se tenga que ver diciendo en el futuro aquello de por mi culpa, por mi gran culpa.
Eva