viernes, 1 de octubre de 2010

No abrirás la boca en vano...


Como el mundo está empeñado en no parar de sorprenderme, ayer descubrí que el 30 de septiembre se celebra el día internacional de la Blasfemia, así como lo oyen. Y como ignoraba tal cuestión, lo primero que pensé fueron dos cosas, o bien que era el día para reafirmarse maldiciendo a Dios, a Mahoma o a quien usted quiera cada dos por tres, o bien para castigar a quienes soltasen semejantes palabrotas, como nos decían de pequeños, y ya me imaginé que habría para la ocasión, un buen número de voluntarios con estropajos para limpiar esas sucias bocas. Pero por si acaso me equivocaba empecé a buscar información, y me quedé pasmada, porque toda este tema no es moco de pavo. ¿Esto último será blasfemia? Espero que no, pero por si acaso, Amén. 

Resulta que se conmemoró ayer, porque hacía exactamente cinco años que se publicaron en un periódico danés las viñetas del profeta Mahoma con turbante y pinta de formar parte de un grupo yihadista cualquiera, ustedes recordarán el revuelo, algo parecido a lo ocurrido este año con ese pastor religioso de un pueblo de Florida empeñado en quemar el Corán en el aniversario del 11-S. Gracias a la cobertura planetaria del asunto, estuvo a punto de montarse la marimorena, e incluso salieron a la palestra los líderes de medio mundo, en vista de que ya había radicales de toda clase y condición y religión, listos para quemar lo que hiciera falta. Me queda la duda de si quizás, los medios de comunicación , deberían de reflexionar más sobre a quién o qué convierten en noticia, porque no me parece a mí que sea lo suyo convertir en protagonista del mundo mundial a cualquier pirado sin medir las consecuencias, pero claro muchas veces nos sale esa esa vena sensacionalista y no hay quien nos pare. Pero a lo que íbamos.

Detrás de este día dedicado a la Blasfemia está The Center for Inquiry, para más señas, aquí os dejo su  web. Esta organización norteamericana cuenta con más de 100.000 seguidores en todo el mundo, así que son un buen regimiento, el fin que les mueve es la defensa de la libertad de expresión. Vamos que cada uno sea muy libre de cagarse en lo que quiera, o de dibujar a Jesucristo, o Mahoma, como una bailarina de ballet si le así lo desea. Y no me sean susceptibles que es sólo por poner un ejemplo. Para fomentar la libertad de expresión incluso organizan un concurso con su correspondiente premio, para quien sea capaz de elaborar un texto en el que se exponga la mejor crítica a la religión, a cualquiera ¡Toma ya! Y apuesto a que incluso hay merchandising para aquellos que son fans de llevar chapas y camisetas. Pero esto está sin confirmar.Llegados a este momento ya estoy que no pestañeo, pensando en cuantas cosas hay en este mundo que ni se me habían pasado por la cabeza, y que seguramente sería mejor ignorar. Pero internet existe y por tanto el daño está hecho, así que como me pica la curiosidad sigo buscando en que consiste tal onomástica. Y tras un rato de buceo por la red, doy con unas declaraciones del Sr. Linsay, que es el promotor de este tinglado en  las que señala: “una sociedad no es verdaderamente libre si la gente no puede exponer libremente sus puntos de vista sobre cualquier tema - incluyendo a Dios”.  Pues bien Sr. Linsay, ha sido un placer leerle. Pero recuerde aquel viejo dicho de su libertad termina donde empieza la mía. Porque muchas veces se nos calienta la boca y no medimos. Y lo digo porque a veces igual no nos vendría mal un poco de respeto y de sentido común.

Estaba pensado que ¿no hubiera sido más fácil llamarlo el día de la libertad de expresión? Aunque igual ese nombre ya estaba cogido, en esta espiral en la que hay un día dedicado para cualquier cosa que usted se pueda imaginar. 

Yo que no había pensado mucho sobre la blasfemia, más bien nada, pero tenía la sensación de que era una idea tremendamente superada, pero me doy de bruces contra la realidad cuando descubro que  aún hoy en día, ese pecado está presente en leyes y códigos de numerosos países. Ahí vuelvo a saberme ignorante. ¡Vaya por Dios! Esto último igual no debería de haberlo dicho por riesgo a blasfemar, pero me he envalentonado. Lo siento.

Así que me pongo a indagar un poco y ¡tachán!, aparecen los verdugos de la blasfemia. Les dejo algunos ejemplos. Probablemente entre los más rígidos esté Pakistán, donde el blasfemo puede acabar pagando tal acto con su vida. Vamos que lo matan. Y ya los veo a ustedes pensando que estos son unos fundamentalistas barbudos, que muchos lo son, y unos radicales, que también. Pero sigan leyendo, porque no son los únicos que cojean de esta pata. En esta parte del mundo dónde somos tan ¿civilizados? también tenemos a la blasfemia en nuestros libros. En EE.UU, en el  Capítulo 272, Parte 36, de las Leyes generales del Estado de Massachusetts se penaliza la blasfemia, y ustedes estarán pensando, si es que estos yanquis, tan cowboys, con tanta primera enmienda y luego mira como se las gastan. Pero tranquilos, porque aquí, en España, y han leído bien, también tenemos un articulito dedicado al tema, concretamente el  525 de la Ley Orgánica 10/1995, del Código Penal. Después de tanta ley se levanta la sesión. ¿Cómo se les queda el cuerpo?

Al final parece que estamos todos metidos en el ajo, ya ven, lo de castigar al blasfemo que nos parecía tan medieval y tan obsoleto, está todavía vivito y coleando. Y es que las tres grandes religiones monoteístas, siguen considerando la blasfemia como un pecado, y de los gordos, de esos que te dan un billete sin escalas hacia el infierno. Y yo que no daba crédito ante tales descubrimientos, todavía encontré una última noticia que recoge la entrada en vigor de una ley en Irlanda en enero de este mismo año, por la que se castiga la blasfemia hasta con 25.000 euros, que si lo comparan con Pakistán puede sonar a poco, casi a un juego de niños,  pero a mí ya me parece un piquito para estos tiempos de crisis.

Así que por si acaso, cuando ustedes vayan a según qué país, además de tener el pasaporte en regla, comprueben como está lo de blasfemar por allí, no vaya a ser que luego se lleven algún disgusto. Sean precavidos, y no me hagan ser como la señorita Rotenmeyer obligándome a decirles de aquí a un tiempo -¡se lo había advertido!- Así que ya saben, cuándo vayan a mentar a un Dios, y no para bien, ojo al parche. ¡Ah! Ya se me olvidaba, si son ustedes de rezar, pidan por favor un poco más de tolerancia, que no nos vendría nada mal.

Eva


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