viernes, 12 de febrero de 2010

Ya no quedará nadie que diga nada...


Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".

Martin Niemoller.

Y no, no va a quedar nadie. Porque sobre todo hay silencio. Porque un país de cuatro millones de parados no sale a la calle, lo que incluso me hace dudar que existan de verdad, y tampoco deben de existir los mileuristas y otro gran sin fin de caras sin rostros. Y no existen porque no tienen voz casi nunca. Porque los grandes conglomerados distribuidores de la información son quienes eligen qué es noticia, y ellos están casi siempre del lado de los que tienen un coche oficial o una vida entre flashes. La cotidianidad se retrata en los llamados sucesos, que sí suceden, pero que son retales anecdóticos y a menudo deformes. La realidad se muestra en esos nuevos programas de televisión que han convertido la enfermedad, la pobreza o el paro en entretenimiento, nos enseñan aquellos que están peor que nosotros y todos contentos.

Y la desidia llega a casi todos y nadie dice nada, incluso cuando está rozándote. Miles de personas se unen a grupos facebook que incluso llegan a sacar lo cómico de realidades como la jubilación a los 67 del tipo: “va a trabajar hasta los 67 tu puta madre”, pero claro cuando se tienen esa edad en un horizonte lejano lo jocoso supera con mucho a las inquietantes ideas de los políticos de nuestro país. Esos que son incapaces de llegar a acuerdos sobre nada a excepción de cuando se trata de conservar sus privilegios. Y son los mismos que hablan de diálogo, solidaridad, pero claro para otros, para el vecino. Y la política es necesaria, imprescindible, y el desencanto y el callar ciudadano legitiman y son cómplices de sus desmanes.

Y donde dije digo digo, digo Diego, cuando eran los azules quienes gobernaban con decretos, los rojos ponían el grito en el cielo, pero ahora son ellos y entonces parece tener coherencia. Cómo le voy a explicar a unos críos el valor del diálogo mientras leo en cada periódico que, casi sin excepción, el arco parlamentario vota a favor de un decreto contrario a principios constitucionales, recogidos ni más ni menos como derechos constitucionales. A muchos no les importa porque nada van con ellos pero y si vuelve a ocurrir, con rojos o azules, entonces ¿quien levantará la voz a tu favor si antes tú callaste?. Nadie. Y nos convertiremos en una sociedad de mudos, que sólo protestan contra los presentadores de los telediarios que no te puede oír, o incluso alguien se armará de valor y escribirá en algún acotado espacio como unas cartas al director, en las que tu opinión se mide por caracteres permitidos. Y a pesar de todo pertenezco todavía a ese grupo de ilusos, auque cada vez con más dudas, que creen que se tiene que levantar la voz, con respeto, con empatía, con cordura, pero levantarla para que algunos por sordos que parezcan estar nos escuchen.

Eva

2 comentarios:

  1. Muy interesante èste artìculo.Me ha hecho mas que reflexionar. Y ha desatado un mundo de inquietudes.

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  2. Muchas gracias por tu comentario, por darme tu opinión y por dedicar unos minutos de tu tiempo en leerme. Eva.

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