viernes, 22 de enero de 2010

Haití, punto y seguido...




Los pobres, los que no tienen nada más que pobreza y esperanza, son otra vez portada de la prensa en todo el mundo ahora que, nuevamente, un cúmulo de hechos predecibles e impredecibles vuelven a unirse para asolar aún más esos lugares en los que casi todo está por hacer.

País de la llamada Isla de la Española, con una capital con nombre de príncipe, pero donde todos sus reyes no han tenido corona, sino que han sido sagas de políticos corruptos enriqueciéndose a costa de la miseria de su pueblo, pobreza endémica perpetuada por falta de educación, de infraestructuras, de un largo etcétera de situaciones canallas hacia las que nadie quiso mirar, guerras, revueltas, sequías y terremotos. Y las caras de gente a las que ya apenas quedan lágrimas se suceden en la vorágine visual de este mundo global en instantáneo.

Haití se muere de hambre, de sed, de sufrimiento, de ignorancia…Ahora quizá se muera más de golpe, pero sólo eso. En muchos sitios, los terremotos, las epidemias, las sequías o un sinfín de crudas realidades sólo ayudan a morir más deprisa y bajo los focos del mundo globalizado y sus medios de comunicación. Pero la tele-realidad de estas desgracias puntuales sólo es un capítulo más en la muerte y desesperación que se vive cotidianamente en muchos países del mundo. Aunque claro, convertidos la mayoría de nosotros en Homo Videns, casi todos ignoramos lo que ocurre en todos aquellos lugares que no salen en el telediario.

Haití, se suma a los que fueron y a los que serán, países donde la gente muere a diario de hambre, de guerras, de enfermedades cotidianas y casi nadie pone una mirada, un euro, una esperanza para acabar con su situación. Ahora la solidaridad es global, y ver a niños morir en directo remueve nuestras conciencias y nuestros bolsillos, pero ellos ya nos necesitaban antes. Quizá, y sólo quizá, si estos invisibles hubieran obtenido antes, de la tan traída y llevada Comunidad Internacional una ayuda más cuantiosa y efectiva, sus posibilidades de resistir un embate como el sufrido por el terremoto hubieran sido mayores, pero viven hacinados en casas que parecen sacadas del cuento de los tres cerditos, de aquellas que con un soplo se caían abajo.

Los titulares hablan de la ayuda a largo plazo, de ver la situación actual como una oportunidad para empezar a hacer bien las cosas, pero mis dudas son muchas al respecto. Porque son innumerables los países que han sufrido circunstancias de parecida magnitud, y a largo plazo sus gobiernos siguieron siendo inestables y corruptos, y el dinero y la ayuda nunca llegaron a representar esa oportunidad para convertir esas regiones en lugares mejores. Siguen estando en los últimos puestos del Índice de Desarrollo Humano, y siguen siendo igual de pobres, y siguen estando igual de desamparados.

En momentos como estos, las voluntades se unen, la esperanza de cambio surge como anhelo, pero la cotidianidad de su miseria probablemente seguirá devorando a estos millones de personas en el futuro. Quizá la televisión nos ha enseñado tantas muertes en directo, tanto sufrimiento en prime time, que nuestras cabezas se han acostumbrado poco a poco. Me gustaría saber qué es lo que ocurre para que no alcemos la voz sobre las injusticias, para que no ayudemos más a los que menos tienen. Quizás es porque nosotros vemos esta realidad cómo algo lejano que sólo nos llega través de una pantalla plana mientras estamos sentados en nuestros cómodos sofás, y muchos cansados de las desgracias individuales y colectivas prefieren darle al mando a distancia en busca de otra realidad, y esas imágenes de miradas perdidas que no tiene nada que buscar, sólo forman parte de nuestra memoria a corto plazo lo que impide que seamos capaces de tomar conciencia de nada.

A los pobres les queda la esperanza porque es lo único que nadie puede arrebatarles, porque quizá es lo único a lo que aferrarse cuando todo lo que se tiene, el hogar, la familia, la vida pende de un hilo. A nosotros, que sin duda tenemos un poco más y que pende al menos de un par de hilos nos queda también el anhelo de que por fin algo pueda cambiar, que el compromiso político, las buenas intenciones o las colosales recaudaciones que son ahora titulares de periódicos puedan convertirse de una vez por todas, en los instrumentos necesarios para posibilitar el cambio hacia una sociedad que no sea sólo global en la economía o las comunicaciones sino también en la justicia social y en los derechos. Ojalá comencemos a sumar voluntades para ser capaces de multiplicar la dicha común.

La foto es una instantánea del periodista de The Miami Herald, Patrick Farrell, ganador del premio Pulitzer por su trabajo a cerca de la tragedia ocurrida en Haití como consecuencia de las inundaciones provocadas por el paso del huracán Ike. Haití ya lloraba entonces.

Eva

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