jueves, 23 de septiembre de 2010

Prohibido cicatrizar...

Me cansa profundamente la memoria histórica tal y como está planteada. Y me hastía porque tengo la sensación que lo único que se consigue con ella, es seguir avivando rencores del siglo pasado con fines de rédito político. Esta semana se ha podido leer la siguiente noticia. Y se vuelve a hablar de represión, de vidas truncadas, de luto. Y se vuelve a la gresca.

No creo que seguir apilando muertos en la memoria colectiva de este país sea productivo. Los manuales de historia, las hemerotecas, el cine y la fotografía, por poner sólo algunos ejemplos, son valiosas herramientas, capaces de trasladarnos a esa guerra fratricida. A través de ellos podemos estudiarla, comprenderla, no olvidarla. Porque al final durante esos tres años de enfrentamiento todos los españoles perdieron, todos fueron víctimas, desde el instante en el que todas las diferencias se pagaban con sangre.

Así que yo quiero, que cada uno esté amparado para recuperar a sus muertos si así lo decide, pero en la intimidad, sin bombo y platillo, sin revancha. Yo, que tuve una bisabuela viuda de un muerto enterrado en una fosa común, he de decir que ella me enseñó mucho más, con su poco rencor y su mucha inteligencia, que estas memorias históricas que se desarrollan entre el fuego cruzado de los artículos de opinión de los periódicos patrios y las declaraciones de nuestros políticos.

Mariano y José Luis, deberían de ser los primeros en saber que la vida está llena de paradojas y de encuentros y desencuentros. Ya ven, quien les iba a decir a Rajoy a Zapatero que iban a ser enemigos, y casi íntimos, cuando ambos fueron alumnos del mismo colegio de monjas de León y compañeros en el mismo patio de recreo. Es además una lástima que no hayan heredado esa “muy buena relación” que según Rajoy tuvieron sus padres, cuando corría la década de los sesenta y nuestros líderes de hoy, paseaban en pantalón corto por alguna calle leonesa como Ordoño, sin tan siquiera saber colocar en un mapa ni Ferraz ni Génova, cuando no eran nada más que dos chicos de provincias.

Pero volviendo a lo de antes, estos señores del PP y del PSOE que se han postulado como defensores y detractores de la tan traída y llevada Ley, lo tendrían crudo con mi bisabuela, ella nunca dudó en decir que era de Adolfo Suárez, que para eso con él cobró su primera pensión, defendía. Ya ven, así de claro lo tenía. Y aquello era indiscutible, y no le preocupaba que Adolfo hubiera tenido un pasado franquista, lo que le importaba y valoraba eran los pasos que dieron él y la sociedad de aquel momento, en busca de una reconciliación. Lo que quería era algo más pequeño, más cotidiano y menos político. Quería tener unos duros, y perdón por anacronismo, para comprarles algo a sus nietos. Y le importaba el ahora y no maldecir sus desdichas. Ella aprendió todo del pasado y quería mirar al futuro. 
Se me ocurre que si Adolfo no estuviera sufriendo esa enfermedad que le ha devorado sus recuerdos y a la que dedique el último post, y si mi bisabuela tampoco nos hubiera dejado, ambos podrían darles a a Mariano y a José Luis unas lecciones sobre cómo gestionar esta memoria histórica que se traen entre manos. Y no conozco el ímpetu de Adolfo, pero no dudo que ella lo consiguiera, y además con poco aspaviento, así se las gastaba, era dura y frágil, obstinada y flexible, inteligente y dulce. Era un buen ejemplo. Ojalá ustedes la hubieran conocido.

Eva


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